11 de enero de 2011

Improbable

Escasean hechos tan infantilmente placenteros como mirar a una mujer a los ojos a través de la hendija efímera de un colectivo en movimiento, platónica masturbación que en los rincones de la conciencia replegada suspende en la atemporalidad el calor de la daga que se hunde en el sobaco del flanco segundo, en manos finas de la dama holograma, empapada de colores en ebullición, nacida del movimiento, floreciente en la perpetua posibilidad de sí en la sinrazón de la razón del yo-universo.

¡Qué sabré del amor si lo siento a cada momento! ¡Qué sabré de las mujeres si soy hombre enamorado del abismo de mi tragedia sexual, de la nada que me piensa, que me siente, que me existe!

Con la nada obsesionado no encontraré mi todo complementado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario