27 de mayo de 2010

Click

Hace ya un tiempo que vengo hablando y escuchando hablar en el círculo íntimo, entre hermanos de cabeza, corazón y mano (más bien puño), esa palabra tan breve y concisa como ambigua.
Click.
“Pasa que vos tuviste un ‘click’”.
“Hubo un momento en nuestras vidas que nos hizo un ‘click’”.
Muy bien. Mi cabeza hizo “click”. Se supone que esa onomatopeya responde a una apertura craneal, metafóricamente hablando, a una revolución intelectual, una grieta que se abrió y dio paso a una infinita cantidad de información que tiró abajo lo viejo y alzó la bandera de la verdad, aun la de aquella que niega su propia existencia.
¿Cómo entender ese “click”? ¿De qué manera lo experimenté y bajo qué argumentos?
“Tu cabeza te hizo ‘click’” y todas sus variantes no me dejan de resultar argumentos demasiado pretenciosos. Yo mismo los utilizo, no me queda otra. Todo el mundo parece entender cuando se habla de un “click”, pero es precisamente por eso que descubro que esa pequeña palabra no funciona correctamente.
Click.
¿Qué significa realmente que la cabeza nos haga “click”? ¿A todos los que lo vivimos, nos hace el mismo “click”? ¿Es ese “click” algo concreto? ¿Hay uno y sólo un “click”? ¿Cómo puede una persona que no entiende lo que yo entiendo y cómo yo lo entiendo, entender que me hizo “click” la cabeza? ¿Cómo puede acaso esa misma persona, por sus propios medios, diagnosticarme un “click a nivel cerebral”? Digo: ¿no le da ni un poquito de intriga o curiosidad por saber qué se siente experimentar ese “click”? ¿O es que hablamos de diferentes “clicks”?
Suelo caer en la conclusión rápida de que el hecho-click es para algunos una representación de algo que unos pocos creemos que nos sucede y el resto del planeta nos sigue la corriente, como a los locos, simplemente para no discrepar. De todas formas, no me disgusta ser tomado por loco.
Click.
¿Qué hay más allá del “click”? Mucho, desde luego. El problema es que ya no recuerdo cuándo fue el “click”. Más bien creo que ahora es el “click” y que, de ahora en adelante, no podré escapar de ninguna manera a ese “click”. Pero, entonces, ¿no es “click” una onomatopeya algo escasa?
“Clicks” hago muchos durante el día; mi vida está dedicada mayormente a manejarme mediante “clicks”. Quien inventó el mouse condicionó mi vida. Pero todos esos “clicks” a los que difícilmente algún día logre escapar, de ninguna manera forman un gran “click” eterno. De hecho son “clicks”. La palabra, el sonido lo dice. Representa algo espontáneo, puntual, específico, que no se perpetúa en el tiempo, precisamente.
Click.
Si bien puedo pasarme la vida buscando una palabra que represente mejor mi condición, el problema más grave, creo, radica en la cuestión del anhelo por la diferenciación.
Es claro que algo cambió en mí. Es claro que no soy el mismo de antes. Está claro que ya no pertenezco al sector de la sociedad que, sumergido en la rutinaria cotidianeidad, se suele definir como “ultra-alienado”. Ahora bien: ¿cuáles son las razones por las cuales una persona como yo puede autoproclamarse “desalienada”? ¿De qué manera puedo yo asegurarme de que la experiencia que he vivido estos últimos años me relaciona con una minoría y me diferencia de una mayoría? ¿Qué pruebas tengo yo de que realmente soy diferente a otras personas cuya vida transcurrió y transcurre bajo las mismas condiciones que determinaron y determinan la mía? Así como me pregunto si quien me diagnostica un “click” desde una posición ajena a la experiencia en cuestión, realmente entiende de qué se trata ese “click” y si no lo llena de curiosidad por no haberlo vivido, me pregunto también si yo mismo debo realmente considerar que esa persona es completamente ajena y que las posibilidades de que su cabeza haga ese “click” distan demasiado de las mías como para hablarle de igual a igual.
Click.
Pensar que soy yo alguien especial, con una experiencia intelectual diferente a la de los demás y partir de ese punto para relacionarme con las personas que me rodean, me resulta una actitud de extrema subestimación a la naturaleza y a la capacidad del intelecto del otro. Si para discutir sobre ciertas cuestiones, debo yo primero considerarme alguien diferente y en dicho caso, superior al resto de los interlocutores, creo que muy difícilmente lograré sostener dicha discusión de una manera horizontal y, por ende, ni yo ni quienes participen del debate lograremos enriquecer nuestro conocimiento. En otras palabras, me quedaría solo.
Click.
En conclusión, se me dificulta encontrar una mejor manera de expresarme que la de decir sin vueltas los que pienso, así eso implique, supuestamente, una exigencia intelectual especial para algunos, para que logren entenderme o por lo menos para que no se sientan intimidados por mi lógica aparentemente extraordinaria.
Click.